martes, 3 de septiembre de 2013

La filosofía en la vida cotidiana.

La enunciación del concepto de la filosofía, del contenido y objeto de su estudio, de su descripción como una materia dirigida a hacer una especie de ejercicio de aplicación del intelecto y del raciocinio en torno a algunas cuestiones que parecen tan abstractas; puede inducir a considerar que se trata de un conjunto de desarrollos totalmente especulativos, absolutamente ajenos a lo que pueda ser el requerimiento o tener incidencia en la vida cotidiana, en las ocupaciones y preocupaciones diarias en la vida familiar, en las relaciones con las demás personas y respecto de las cuestiones comunes de la vida.
Sin embargo, el conocimiento de la filosofía no se reduce al estudio de las diversas concepciones y doctrinas estructuradas en torno a los diversos problemas inherentes a esta materia. El estudio de la filosofía determina, por encima de todo ello, adoptar una actitud intelectualmente inquieta ante la cantidad de cuestiones y circunstancias que dicha vida cotidiana plantea; y en valerse del conocimiento filosófico adquirido en ese proceso educacional, para colocarse en mejores condiciones de afrontar los problemas de esa vida cotidiana.
El estudio sistemático del pensamiento filosófico permite adquirir el instrumento para asumir una actitud filosófica; algo que en alguna medida moldea la propia personalidad y determina que, al abordar las argumentaciones que se formulan respecto de esas cuestiones, cada uno se incline (aunque sea en forma primaria) a compartir algún determinado sistema filosófico, o a componer un propio sistema personal, con una combinación de lo que se ha estudiado con algunos conceptos personales.
 Como primer enfoque de la influencia de una propia cultura filosófica en cuanto a la vida cotidiana de cada persona - sobre todo joven - surge la cuestión, por ejemplo, de formularse un propio plan de vida; así como precisar el sistema de valores y de objetivos que cada uno se propone cultivar y perseguir a lo largo de su vida personal.
Dependiendo de los acontecimientos que sobrevienen a cada persona en su vida familiar, cultural y profesional, económica y de relación, habrán de suscitarse diversas situaciones cotidianas con variable grado de intensidad, que serán propicias a la aplicación de una actitud filosófica; es decir, de un análisis objetivo, sereno, racional, que busque un equilibrio de argumentos lógicos y que permita determinar una forma de razonar y de actuar.
De tal manera, en la vida cotidiana, seguramente ocurrirán muchas situaciones en que “filosofar” habrá de constituir una actitud apreciable; especialmente aquellas que se pueda considerar que resulten ser situaciones límite en el plano personal. Como ejemplo, se puede mencionar situaciones referidas a crisis en la vida familiar (como el fallecimiento de un ser querido); o aquellos momentos en los que sea preciso tomar decisiones que significarán definir un rumbo, posiblemente para toda la vida, como elegir una profesión, constituir una familia, aceptar un empleo a largo plazo en el exterior, etc.
 La reflexión a que esto induce, es que el conocimiento filosófico es un instrumento esencial en la vida cotidiana, para desenvolverse en ella de la mejor manera, acostumbrarse a reflexionar detenidamente, y a no obrar en forma precipitada antes de adoptar decisiones importantes en la vida, o de adoptar actitudes, consumar hechos o asumir conductas cuyas consecuencias deben medirse, meditarse y ponderarse cuidadosamente. Y también para proveerse de la fuerza espiritual necesaria para sobrellevar las circunstancias negativas o dolorosas que necesariamente se deberá enfrentar alguna vez.
En la vida social, y en las actividades que ella requiere del individuo, especialmente en cuanto participante de las actividades propias del ciudadano como agente político en la democracia, es muy grande la importancia de disponer de un cierto nivel de conocimiento filosófico; sobre todo, en cuanto ello conduce a tener una actitud atenta y reflexiva, especialmente dirigida a advertir que los temas importantes siempre son complejos y que no pueden simplificarse ocultando o ignorando parte de sus componentes, ni examinarse exclusivamente desde un enfoque personalmente interesado, que es lo característico de la demagogía.
 En ese orden de cosas, la filosofía es un instrumento que permite reconocer los factores de las relaciones humanas que muchas veces no se hacen ostensibles; que suelen estar presentes en las actitudes o en las expresiones como resultantes de unobrar inconsciente, pero que en gran medida determinan la calificación y los presupuestos de estas conductas y expresiones.
Ocurre, de tal manera, que el conocimiento filosófico es un valioso instrumento crítico de los prejuicios y dogmatismos - considerando tales aquellos conceptos que no resultan objetiva y racionalmente justificados - que influyen en la actividad de las personas, los grupos de intereses y especialmente en la estructura de las ideologías.
La filosofía puede considerarse como el conjunto de ideas, imágenes y valoraciones que utiliza una sociedad determinada para conocer e interpretar su propia realidad y para tratar de alcanzar ese conocimiento en una forma objetiva.
En cambio, toda ideología constituye una visión idealizada e interesada de la realidad; y responde a las concepciones subjetivas de un determinado grupo de personas, que en definitiva pretenden transformar la sociedad en una forma voluntarista, apartándose de su conformación espontánea resultante de su funcionamiento natural, y hacerlo en definitiva en beneficio de sus propias conveniencias. Y esto es así a pesar de que es frecuente que quienes actúan de esa manera pretendan negar que profesan una ideología.
La filosofía es lo contrario del voluntarismo ideológico, no pretende transformar la realidad sino alcanzar a conocer cómo ella verdaderamente es, y comprender las razones por las cuales es así.
La cultura filosófica permite reconocer esas razones profundas, esa armonía esencial de la realidad, tanto en el orden del hombre individual como en el de su relacionamiento con los demás a través de la vida social, económica o política, pero que a menudo es negada en una forma que permanece implícita; especialmente en lo que en la vida cotidiana de la actualidad son los innumerables mensajes que las personas reciben y que, más que por sus contenidos ostensibles, importan porque apuntan a implantarles en forma no consciente, esos presupuestos de índole ideológica.

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