Introducción
Desde que el hombre, allende
los tiempos, caminó erguido, se han ido introduciendo cambios cada vez más
avezados y complejos a lo largo de su evolución.
Los más drásticos obedecían al propio transcurrir natural de los
acontecimientos (p.ej. la encefalización);
sin embargo y, poco a poco, el hombre empezó a dominar el fuego, a construir
herramientas como el bifaz, a dividirse el trabajo, a enterrar a
sus muertos, a utilizar un lenguaje o a organizarse en algo similar a clanes.
Lo que sí es cierto es que en algún momento de los albores de la humanidad,
ésta se planteó que formaba parte de un mundo físico que no se sabía de dónde
había salido y tomó conciencia de su propia existencia. Ese mundo exterior que
le proporcionaba alojamiento o comida y elporqué estaba allí, le
produjo al hombre primitivo perplejidad y curiosidad.*_*
Por aquel entonces, los
hombres no contaban con aparatos, artefactos y máquinas que les ayudasen a
medir o representar convenientemente ese conjunto de fenómenos en apariencia
inextricables. Su tecnología estaba centrada en hacer un buen fuego frotando
maderos secos o mediante el pedernal, en fabricar puntiagudas lanzas que
penetraran en sus presas para proveer a su prole, en medir el tiempo según la
posición del Sol y el visionado de la Luna o en curtir las pieles para
proporcionarse abrigo. Eso les llevaba gran parte de su tiempo de vigilia y no
les quedaba mucho más con el fin de dar respuesta a una cosa que no era tan
evidente como la comida que tenía delante de sus dientes. Pero en absoluto debe
pensarse que eran mentes inferiores o infantiles: eran lo que eran en virtud de
lo que las circunstancias les dejaban ser, porque mediatizados por la
supervivencia, las cosas eran ideadas pragmáticamente con vistas a un uso en
dicha supervivencia. Aún así, estos hombres antiquísimos, pergeñaron una buena
hipótesis que transportar en sus ocupados cerebros sobre la cuestión: puesto
que había montañas, ríos, animales y un sinfín de cosas que ellos no habían
puesto allí, imaginaron que algo o alguien las tuvo que poner, para bien o para
mal. Multitud de fuerzas mágicas, divinidades y consideraciones animistas daban
explicación, a los distintos pueblos, de lo que ocurría y de por qué ocurría.
En sí, no necesitaban mucho más en su exiguo tiempo para la supervivencia.
No obstante, conforme iban
mejorando las condiciones de vida (Neolítico)
también iba aumentando el tiempo disponible para la especulación sobre el mundo
y el hombre. Pronto, las fuerzas mágicas y las divinidades, dieron paso a
extensas leyendas, complicados panteones divinos y extraños ritos
adivinatorios; al final, más inextricables que la percepción directa del mundo
en sí. Los sacerdotes y oráculos se veían sobrepasados en sus relatos míticos
que poco tenían que ver con la supervivencia, la naturaleza y la realidad. Ante
este proceso de abstracción más absurdo que explicativo, los hombres empezaron
a idear cosmovisiones más sintéticas y con principios más plausibles. Este
proceso es conocido por el paso del Mito al Logos.
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