martes, 3 de septiembre de 2013

12. DIOSES Y HÉROES GRIEGOS

Creían los griegos en varios dioses, y en cada lugar se rendía más culto a ciertos dioses que a otros. Pensaban que cada dios cuidaba especialmente de algún lugar o de algunos asuntos, y no se ocupaba en lo que no fuera de su incumbencia. Así se creía que la diosa Atena protegía a Atenas, y allí se le tributaban mayores honores que a cualquier otra deidad. Algunos de los dioses fueron en un principio cosas de la naturaleza: por ejemplo, Apolo había sido el sol; pero los griegos las divinizaron, y se contaban relaciones de las proezas que habían hecho. Con la excepción de que eran perdurables, y de que tenían gran poder, los dioses griegos eran muy parecidos a seres humanos, y estaban representados por estatuas en forma de hombres y mujeres, de mayores dimensiones y de más hermosura. Los griegos no adoraron nunca animales, como los egipcios, ni hicieron de formas espantosas a sus dioses, como los hindús. El rey de los dioses era Zeus. Los héroes no eran dioses, sino una raza más fuerte que los hombres, que vivió mucho tiempo antes, e hizo cosas maravillosas que los hombres de entonces no podían hacer. Los cuentos acerca de los dioses y los héroes se llaman mitos (μύθοι). Cada aldea tuvo sus mitos particulares, y cuando los hombres trataron de reunirlos hicieron libros grandes, y toda la colección de mitos se llama Mitología. No solamente creían los griegos que los mitos eran hechos reales, sino que apenas había cosa de que no pudieran darse cuenta por algún cuento sobre los dioses o los héroes. Cada ciudad tenía mitos que explicaban cómo empezaron sus costumbres. Por ejemplo, si se preguntaba a un espartano por qué había siempre dos reyes de Esparta, contestaba: "porque Aristodemo, el héroe que condujo primero a los espartanos al país, tuvo dos hijos mellizos." El culto de los dioses consistía en oraciones y sacrificios, pero no era entonces, como lo es ahora, cosa para la cual pudieran juntarse todos. En cada lugar había desde el principio grupos de familias que tenían ciertos cultos que les eran propios, y el que no pertenecía a estas familias no tenía participación en el mismo culto.

13. LAS PRIMERAS UNIONES RELIGIOSAS

Llegamos ahora a la primera especie de unión religiosa que existió entre los Estados griegos. Mucho antes de que hubiera alianzas o tratados de paz de ningún género, tribus que vivían cerca se unieron para tributar culto a un dios dado en un sitio especial, y convinieron en tratar este santuario, o el terreno dedicado a su culto, como tierra sagrada, aun cuando estuviesen en guerra una con otra, y en unirse para defenderlo de todo daño. Se celebraban en épocas regulares fiestas solemnes, en las cuales tomaban parte todas las tribus interesadas, y se reunían diputados de dichas tribus para que el templo y sus tierras estuviesen convenientemente atendidas, y no se perjudicasen. Poco a poco, de este obrar en concierto en lo que al templo atañía, un grupo de tribus hicieron convenios sobre otros asuntos, por ejemplo, sobre no cometer ciertas crueldades cuando se hiciesen la guerra, y, por último, pudieron hacer un tratado de paz perpetua, y tratar de defenderse mutuamente contra todo enemigo. Se obligaban al cumplimiento de este tratado prestando juramento ante el dios que todas ellas reverenciaban. Así es como surgieron las uniones primitivas de Estados. En semejantes uniones había generalmente un Estado más fuerte que los demás; se decía que este Estado tenía la hegemonía es decir, la jefatura (ήγεμονία) de la liga. Por esta razón de que las primeras ligas nacieron de las uniones religiosas, y se fundaron en el juramento prestado ante el dios, los griegos posteriores, siempre que hacían una liga, establecían un culto o fiesta común, en la cual se unían todos los miembros de la liga.

14. ANFITIONÍA DÉLFICA

En tiempos muy remotos existió en el norte de Grecia una gran unión religiosa. Se unieron doce tribus para adorar a Apolo en Delfos  (mapa de Grecia meridional), y para proteger su templo; y los diputados de todas ellas se reunían dos veces al año para arreglar todos los puntos que tuvieran relación con el templo. Esta unión, que se llamó la anfitionía délfica, no llegó a ser una liga verdadera, y las tribus continuaron haciéndose entre sí la guerra, pero prestaron el juramento de no hacer dos cosas cuando estuviesen en guerra, a saber: no destruirse las ciudades, ni cortarle el agua corriente a una ciudad cuando estuviera sitiada. La reunión de los diputados se llamó el concilio anfictiónico, es decir, el concilio de los vecinos (άμφικτίονες).

15. ORÁCULO DE DELFOS

Por ser el templo de Delfos el santuario común de estas doce tribus, y uno de los puntos de reunión del concilio anfitiónico, llegó a ser el templo más importante de Grecia. Allí se daban oráculos, esto es, respuestas que se suponían ser del dios Apolo a aquellos que venían a consultarle. Los que dirigían el templo eran hombres muy hábiles; averiguaban lo que estaba aconteciendo en lugares distantes, y muchas veces daban bonísimos consejos en los oráculos. La fama del templo fue extendida por toda Grecia, y llegó a tierras extranjeras. En los primeros tiempos hicieron los sacerdotes, al parecer, mucho bien a Grecia, esparciendo ideas de justicia y de bondad en nombre del dios, y haciendo que los Estados griegos comprendiesen que, a pesar de su posición geográfica, eran una sola nación, y que había una ley divina a la que todos debían obediencia. Sin embargo, como los sacerdotes daban oráculos sobre las luchas entre los Estados, y sobre cuestiones de guerra y de gobierno, los hombres poderosos que deseaban el apoyo del oráculo empezaron a sobornar a los sacerdotes para tenerlos de su lado. Así fue perdiendo crédito el oráculo, y en las guerras pérsicas, de que hablaremos en seguida, se hizo aun más daño desalentando a los griegos en vez de animarlos a hacer una valiente resistencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario